«La noche había caído. Yo había soltado las herramientas y ya no importaban nada el martillo, el perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: «la flor que tú quieres no corre peligro… te dibujaré
un bozal para tu cordero y una armadura para la flor…te…». No sabía qué decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!»
Antoine de Saint-Exupéry (1900–1944). Fragmento de El principito (Le Petit Prince, 1943).