El sábado me fui en busca de tornillos por Bilbao…
En el barrio de Bilbao La Vieja existe una calle llamada Dos de Mayo, que desde hace años ofrece, cada primer sábado de mes, un rastro de carácter bohemio, artístico y cultural con objetos en general de segunda mano y artesanos.
Como os podéis imaginar, en mayo este rastro organiza su edición más especial, y más este año 2015 coincidiendo el sábado en día dos. Se trata de una gran fiesta que reúne a miles de personas en torno a diversas actividades culturales y con una oferta general ampliada.
Es una cita irreemplazable en la agenda cultural bilbaína, que no nos quisimos perder. Como podéis ver, aquello era un hervidero de gente disfrutando del buen ambiente, los comercios, la música y de los espectáculos callejeros.
Después de quedarnos curioseando por allí continuamos nuestro paseo hasta llegar al recientemente renovado Mercado de la Ribera.
Este mercado, ubicado junto a la Ría de Bilbao, es una referencia comercial para todo Bizkaia. Data de 1929 y fue diseñado por el arquitecto Pedro de Ispizua, quien levantó un edificio realizado en hormigón armado de estilo racionalista propio de la época.
Os recomiendo pasearos por él, si tenéis oportunidad, y contemplar la iglesia de San Antón desde su enorme mirador, presidido por una vidriera con el escudo de Bilbao, obra de Vidrieras de Arte.
Continúa nuestro paseo dejando atrás Bilbao La Vieja, para adentrarnos en el barrio del Casco Viejo, por la calle Ronda, una de las más antiguas de la ciudad.
Esta calle debe su nombre a que por aquí se realizaba la ronda de vigilancia de la villa cuando la ciudad estuvo amurallada. Es una de las más estrechas y menos soleadas del casco viejo bilbaíno, y en ella nacieron dos ilustres bilbaínos: Juan Crisóstomo de Arriaga y Miguel de Unamuno, quien llegó a escribir lo siguiente…
«Nací en lo más lúgubre y sombrío del sombrío Bilbao, en la calle Ronda, y en la casa misma en que 58 años antes que yo había nacido Juan Crisóstomo de Arriaga; en aquella calle amasada en humedad y sombras, donde la luz no entra sino derritiéndose.»
Os aseguro que no es tan desagradable como la pintan… Y además, para terminar el paseo, que mejor que subir por las escaleras de Ronda, un pequeño esfuerzo que tiene su recompensa al llegar arriba y sentir que tienes a la mismísima ciudad de Bilbao a tus pies.
Imágenes © Begoña Lumbreras.
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