Es verdad que hubo algunos intentos anteriores, pero se puede decir que hasta que Jorge Pensi no diseñó, en 1988, su silla Toledo, las sillas metálicas no tenían ningún lugar destacado en la historia del diseño.
Pero la Toledo nació con ganas de diferenciarse y marcó un nuevo camino. Su estética es impecable, sirve tanto para interiores como exteriores, sus aberturas aportan ligereza al material y sus formas dignas y atemporales responden además a una función muy práctica: la de poder apilarse unas encima de las otras.
«Está constituida por cuatro piezas de aluminio fundido por el método de coquilla, un procedimiento que permite el anodizado y le da esa peculiar calidad superficial y además una gran resistencia a factores climáticos.» André Ricard en Hitos del diseño. Editorial Ariel.