Hace años me explicaron que el diseño existía por una única razón: solucionar problemas. No existe para hacer objetos o espacios bellos, ni para crear necesidades que fomenten un mayor consumo. Eso, en mi opinión, es el diseño pervertido.
Cuando un diseño nace para solucionar un problema, del tipo que sea, y se desarrolla con inteligencia, buenas herramientas y creatividad y se ejecuta con procesos y materiales de calidad, entonces este diseño es bello de por sí, porque cumple su función, sin artificios ni adornos superfluos.
Un ejemplo de esto es el iPod. Steve Jobs, junto con su equipo de Apple, lo diseñó buscando una simplicidad y una facilidad de uso hasta el momento nunca conocidos. Y además, apostó por materiales de calidad, por una tecnología avanzada que permitía almacenar muchas más canciones y por un diseño formal sutil y delicado. El resultado es un aparato intuitivo, práctico, cómodo, que todavía hoy sigue en vigor y además, de una gran belleza.
Otro ejemplo de esto es el Hope Soap o el Jabón de la Esperanza. Está demostrado que lavarse las manos es una de las maneras más efectivas para detener la propagación de enfermedades como la fiebre tifoidea, la diarrea, el cólera y la neumonía. Pero los niños más desfavorecidos no lo hacen, porque les falta el jabón y también porque nunca les han inculcado esta costumbre. Pues bien, para conseguirlo se ha diseñado este jabón que encierra un pequeño juguete en su interior. Una idea simple pero muy efectiva, porque logra atraer la atención de los más pequeños y les motiva a lavarse.
Es un proyecto desarrollado por la agencia Y&R de Ciudad del Cabo en colaboración con diversas organizaciones sin fines de lucro como Safety Lab, Dare to Share y Blikkiesdorp4Hope.
Vía: Experimenta