Hoy me he tropezado en una galería de Bilbao con un fantástico dibujo que ya había visto expuesto en la edición de ARCO´06. Su autor es el artista Eduardo Grúber (Santander, 1949), pintor y dibujante muy acreditado, representado en los mejores museos y colecciones de nuestro país.
Eduardo Grúber es un artista muy literario, es decir, encuentra los motivos de sus cuadros en la narrativa ajena y propia (ha editado tres novelas) o en sucesos reales o imaginarios. El dibujo a que me refiero se apoya en una historia real vivida por el artista hace muchos años, en la década de los sesenta, y tiene como protagonista a un caballo de carreras llamado “Buchipluma”.

Cuando Eduardo y sus amigos eran adolescentes, se colaban en el hipódromo de su ciudad para ver las carreras de caballos que se celebraban cada verano. Por aquella época, disputaba los turfs un caballo perdedor donde los hubiera, el citado “Buchipluma” que, como es natural, era el ídolo de la pandilla de Grúber, el caballo que siempre esperaban que ¡al fin! ganara una carrera. Pero nunca logró el éxito.

Esa historia épica y compasiva la ha llevado Grúber siempre consigo en el subconsciente y hace tres años decidió contarla. Su relato está mágicamente plasmado en el extraordinario dibujo de 300 x 300 cm. que os comento. Realizado con grafito, representa todo el dolor y la ternura de un caballo noble y bueno que no nació para triunfar; un alegato, en el fondo, contra la frivolidad de nuestra sociedad que arrincona y olvida injustamente a quienes no tienen éxito.

El cuadro es un homenaje a este caballo honesto que compitió con honor para que otros pudieran llevarse la gloria. El título me parece genial: “Buchipluma nunca ganó el derby de Kentucky”, lo que le otorga al equino una gran indulgencia, porque sólo unos pocos caballos han podido ganar ese famoso derby, cuyos nombres ha escrito Grúber en el fondo del dibujo. Plásticamente, este dibujo de un tamaño inusual (no para Grúber) es inmejorable por su finura, la luz que emana del fondo, las increíbles texturas de las diferentes partes de la obra y su elegante grafismo. La nota del pesebre (lavabo) con paja, además de conceder realismo a la obra, quiere indicarnos que “Buchipluma” sigue vivo.

No me resisto a enviaros otro extraordinario dibujo, del mismo tamaño que el anterior, que figura en la misma exposición y me ha dejado fascinada. Grúber ha utilizado para esta obra pigmentos licuados, además de unas pequeñas placas de madera pegadas al dibujo de canto (collage), para que proyecten sombras sobre los fondos. De esta forma, el efecto de tridimensionalidad está conseguidísimo, reforzado por un trampantojo pictórico que simula un ángulo en la parte derecha del cuadro.

Su título es rotundo: “El muro”. Naturalmente hay una historia detrás de esta potente pared de ladrillo, pero esta vez no voy a ser yo quien os traslade el relato de Grúber, sino que seréis cada uno de los que contempléis este dibujo quienes tratéis de analizar lo que os sugiere, la historia que pueda estar emparedada detrás de ese paredón desnudo